Por Faber Cuervo*
Foto portada Cortesía de Faber Cuervo.
Por fin, Débora, la emblemática artista de Envigado, tiene un busto en el parque principal del municipio. Por fin, su rostro evocador de libertad y dignidad, tiene un lugar de reconocimiento público.
Allí debía estar, hacía décadas, una de las primeras mujeres colombianas en defender los derechos fundamentales de la mujer. Desde la pintura, Débora mostró las condiciones degradantes que han sufrido muchas mujeres: la pobreza, la prostitución, la domesticación, la sumisión, el abuso, la exclusión.
No fue fácil conseguir la aparición en bronce de una figura femenina al lado de tres hombres envigadeños, también representativos de valores insignes: Fernando González, Manuel Uribe Ángel y Marceliano Vélez. Un concejal llegó a decir que “la presencia de Débora en el parque afeaba ese lugar”. Débora no sólo fue vilipendiada y detestada en vida; ausente ya del mundo de los seres en movimiento, siguió sufriendo la sepultura ideológica conservadora machista, esa que no gusta de las actitudes transgresoras, contracorrientes, desobedientes, mucho menos en las mujeres. El escándalo y la obscenidad que le han atribuido a Débora sólo han estado en las mentes y la mirada de gentes hipócritas y acomodadas al statu quo y lejos de lo que era realmente Débora, una mujer sin prejuicios, sensible con el dolor ajeno, respetuosa de la diferencia, creyente católica.
Largo camino
La consecución del busto de Débora en el parque fue el fruto de una lucha larga e inteligente de las mujeres envigadeñas organizadas en comités zonales, en grupos artísticos como las Cantarinas de la Rosa, quienes emularon a la Maestra innovadora, libraron batallas administrativas, legales y creativas, para que la efigie de la pintora estuviera al fin en nuestro parque.
¿Por qué el parque ha presentado siempre bustos de hombres, ninguno de mujer? ¿Dónde se origina ese desdén al aporte femenino en la construcción de la sociedad? Acaso, ¿sólo los hombres sienten, piensan, actúan, tienen derechos? Éstos y otros cuestionamientos se hicieron esos grupos de mujeres envigadeñas, entre ellas líderes barriales, artistas, ambientalistas, profesionales, funcionarias públicas. María Sormérida Berrío, una de ellas, lideresa de la zona 5, en conjunto con otras mujeres, hicieron de manera verbal la solicitud a algunos alcaldes, de crear un busto de reconocimiento a los méritos de la Maestra de los lienzos y murales. Ante la negativa a cumplir un deber de identidad y justicia cultural, la lideresa insistió en su propósito acudiendo a la figura de la Priorización de Presupuesto Participativo –PPP-, a través de la cual presenta las iniciativas “Itinerancia del Arte” y “MujerArte”, propuestas ciudadanas que apelaban a los dineros públicos para que se hiciera lo que ellas pensaban, era lo mínimo, que podía hacer una Administración con respecto a una personalidad de las calidades de Débora.
Primer intento
“Itinerancia del Arte” fue la primera iniciativa de PPP que se presentó desde las zonas 5 y 9 por María Sormérida Berrío y Luz Mery Pérez, respectivamente, para reivindicar los derechos de las mujeres, conjugando en ellas las luchas de los colectivos de mujeres Comparte (hoy Cantarinas de la Rosa) y mujeres artesanas en condición de discapacidad, ambos proyectos transversalizados por la idea de elaborar una efigie de Débora e instalarla en un lugar visible del municipio. Su deseo ferviente las llevó a pensar, entre varias ideas, la de recolectar llaves para fundir ese busto.
El segundo intento fue con la iniciativa “MujerArte”, también a través de la PPP. El proyecto, que debía surtir 15 pasos antes de su ejecución, logró avances hasta llegar a la socialización ante el Comité Técnico por parte de la Unidad Ejecutora, que, para este caso, era la Secretaría de Equidad de Género, quien hizo la presentación de un proyecto que atendía más al cumplimiento de los indicadores de la dependencia que al anhelo de muchas mujeres de sentirse representadas por el espíritu libertario de la Maestra Débora. El propósito se truncó, entonces, por los cambios sustanciales de la propuesta, incluida la omisión por segunda vez del busto de la ilustre Maestra, situación que llevó a la proponente a declinar el proyecto ante el Comité Técnico.
Se estaba repitiendo lo que en vida le hicieron a Débora las élites política, eclesiástica, social y sectores de la academia. La estaban revictimizando, justo desde una Secretaría cuya misión radica en la defensa de los derechos de las mujeres, lo cual constituía el punto más alto del desaire al patrimonio artístico, la pérdida de identidad y el patriarcalismo hegemónico.
A Débora le negaron un premio en el Club Unión de Medellín por ser mujer; también le descolgaron su obra de desnudos en España por orden del General Francisco Franco. Ahora, décadas después, le negaban un busto. La iglesia la satanizó hasta casi excomulgarla, sus amigas la abandonaron, la obligaron a exiliarse en su propia Casablanca, la que actualmente se está deteriorando, no por la “burocracia nacional”, como afirmó el alcalde Braulio Espinosa en la inauguración del busto el día 18 de mayo, sino a causa del desprecio a la cultura y al espíritu, relegados al sótano de los chécheres, por priorizar el amor a las obras visibles y estruendosamente materiales.
Eco, por fin
Finalmente, las voces de las mujeres tuvieron eco. A ellas se unió la concejala Sara Rincón, para lograr que el Concejo Municipal adoptara la propuesta de elaboración del busto, sin embargo, surgió otra sorpresa en el camino. La obra la iba a hacer un escultor de otro municipio, sin convocatoria pública alguna de por medio y, de nuevo, las mujeres de Envigado, abanderadas del noble propósito de reconocimiento a Débora, acudieron a los escultores del municipio para que se pronunciaran sobre otro caso de exclusión del talento local. Fue tan evidente la queja de los artistas que la Administración Municipal, a través de la Secretaría de Cultura, aceptó la idea de realizar una convocatoria a los escultores residentes en Envigado para que enviaran maquetas con sus propuestas de busto. El trámite y definición de la maqueta ganadora tampoco estuvieron exentos de reclamos e inconformidades. El busto declarado ganador fue obra del sacerdote Eduardo Toro.
Débora, visible
La instalación del busto de Débora es, indudablemente, un triunfo de las mujeres, un premio a la persistencia, valía y empoderamiento de la mujer. Es el primer busto femenino que aparece en un espacio público del municipio; ni en el pasaje de la Alcaldía, ni en la Casa de la Cultura, ni en otras zonas visibles, hay símbolos de los oficios en los que se ha destacado la mujer de este territorio.
En la inauguración de la obra estuvieron presentes muchas mujeres que tuvieron que ver con el proceso, entre ellas las Cantarinas de la Rosa, las lideresas de diferentes zonas y otras mujeres que trabajan desde distintas disciplinas por el bienestar de Envigado. Gracias a todas estas mujeres se pudo lograr la creación e instalación de un busto de Débora en el parque y fue ahí porque ellas también lo exigieron ante la idea inicial de ponerla en otro espacio como el prado exterior de Casablanca. No la querían en el parque, ¿por qué? ¿Porque pintó desnudos? Los cuerpos desnudos de Débora son voluptuosos más no pornográficos, son reveladores más no encubridores, son expresivos más no fotográficos, son auténticos más no artificiales, hasta los vellos sudorosos aparecen en ellos.
En los cuadros de Débora se aprende la historia social, política y trágica de Colombia, se aprende de la evolución de las artes, se aprende de la mirada audaz y crítica de una artista, la primera en pintar desnudos en Colombia. ¿Por qué el municipio no recupera las más importantes obras de Débora para exhibirlas siempre en Casablanca? Débora quiso rescatar sus obras después de donarlas al Museo de Arte Moderno de Medellín –MAMM-, pero no pudo. Todavía se puede hacer algo para completar a Casablanca y convertirla en el Museo Débora Arango para el mundo, una de las más relevantes pintoras de Iberoamérica.
*Investigador cultural.