En una noche de boleros

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Por Jaime Alberto Palacio Escobar*

Fotos tomadas de Pixabay.
J. llegó al final de la tarde al bar más reconocido en su tradicional barrio La Magnolia en Envigado. Allí estaba “Calocho” su propietario. Se conocían desde la infancia en esas mismas cuadras. Al recién llegado le llamó la atención que a esa hora no hubiera más clientes, en tanto eran horarios muy apetecidos por los adultos para degustar música popular antigua, por eso no dudó en preguntar al anfitrión: ¿Sólo boleros mientras no haya otros clientes?, con gusto, le contestó “Calocho”.
Se dispuso a preparar una lista de los que quería escuchar, algo lo detuvo, miró a la mesa del frente y la vio vestida con ropa casual, no podía creer que estuviera a unos pocos metros. Era la misma como la conservaba en su memoria. Ella se sentó, pidió un vaso de vino, sacó de su mochila un libro y se sumergió en su lectura. J. no dejaba de mirarla con discreción y sólo desvió su atención al escuchar su primera petición en la voz de Juan Arvizu:
“Cuando vuelvas.
Hallarás todas tus cosas
En el sitio en que quedaron
Cuando quisiste partir.”

(El último beso)

Bastó escuchar esos versos para volverla a mirar y saber que era la de siempre, la de todos los momentos, la de todos los recuerdos. Se consoló con reconocerla, sensación placentera que se vio interrumpida por otra melodía:
“Cuánta falta me has hecho,
Estas noches de espera incesante.
Cuántas cosas se pierden en una semana sin ti:

(Una semana sin ti. Virginia López)
Difícil saber si ella suspendió la lectura por las melodías y las letras, o por sentirse observada. Lo vio, le sonrió y se detuvo a escuchar el nuevo bolero que empezó a sonar:
“Es muy fácil dejarse amar
Como te estoy amando.
Más yo no sé
Si lo que quiero darte
Es lo que anhela tu corazón”.

(Interludio. Soledad Bravo).

Cada bolero que hacía sonar “Calocho”, su interpretación, los versos, eran el lenguaje que J. necesitaba para concitar su atención. Lo logró parcialmente, así que se refugió en una que otra mirada y en la esperanza de unas palabras que no llegaban. Le vino a su mente su bolero preferido, Convergencia, lo pidió y le dejó a la metáfora la energía para conectarse con ella.
“Principio y fin de la ilusión.
Así eres tú en mi corazón
Así vas tú de inspiración”

(Convergencia. Pete El Conde Rodríguez).

Todo el tiempo juntos, unos momentos, un solo instante sería suficiente. Mientras se regodeaba con esa esperanza, se apareció increíblemente un bolero que no había solicitado:
¡Ay, mi bien!
¿qué no haría yo por ti?
Por tenerte un segundo
Alejados del mundo y cerquita de mí.”

(Hay Amores. Shakira)
Esa explosión de boleros fue suficiente para decirle todo lo que sentía por ella. Entró al bar y le preguntó a su amigo: ¿Cada cuanto viene al bar?, ¿quién?, preguntó “Calocho”, – ella, y señaló la mesa. – Ahí no hay nadie, solo estamos vos y yo.
J. aún no salía de su perplejidad y desconcierto, no lograba reaccionar para comprender que ella no estuviera ahí y recibió otra pregunta: – ¿entonces esa descarga de boleros no era para ninguna amada en especial?, – sí, claro. Para la inmortal.

*Envigadeño raizal, nacido en 1958. Autor de los libros: Al final de cuentas, qué hacemos en Gestión Humana (2008); La paz laboral, costo o inversión (2012); Envigadeñas (2021) y 150 años después –Julio Vives Guerra-. Colaborador habitual de la revista La Vitrola y de El Envigadeño Medio de Comunicación, publicaciones de Envigado.

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