Por Jaime Alberto Palacio Escobar*
A mis manos llegó un catálogo publicado por el Museo de Arte Moderno de Medellín –MAMM- en 2011 para ilustrar una exposición del artista plástico envigadeño Germán Alonso García Pajón. Se trataba de una exquisita publicación en la que la palabra de especialistas y unas hermosas fotografías de las obras de él, trajeron a la memoria de nuevas generaciones el legado de un hombre que partió muy temprano por la decisión irracional de un delincuente callejero.
Entre las bellas semblanzas y análisis de su obra, me encontré el relato de Anaelcy Molina, quien fuera su pareja por muchos años. En uno de los párrafos dice: “tu mayor inquietud por ser el conjunto de todo, allí se escondía el enigma……. Caminabas hacia el infinito y quizá por eso te marchaste pronto” (Sortilegio. Ediciones MAMM, 2011, pag.14). Si ella así lo apreció y lo interpretó es porque la vida de García Pajón no fue otra cosa que la búsqueda y la comprensión de los insondables secretos del cosmos, aparentemente inescrutable.
Su casa, un laboratorio de inspiración
Desde sus primeros años, en la Loma del Chocho en Envigado, su observación y exploración casi que eternas e infinitas, le permitieron ver con detenimiento y mirada oteadora lo que otros no veían, quizás porque una limitación en un brazo, le abrió la puerta a otras sensibilidades. El entorno de su finca le entregó múltiples materiales de la tierra, los colores de la naturaleza, los olores frescos y, sobre todo, unos ensamblajes espontáneos de los que solo había que disfrutarlos para aprender de ellos y con el tiempo llevarlos a la obra de arte.
Su encuentro con esa vitalidad natural lo puso en contacto con un mundo variado e ilimitado, de ahí a volverlo piezas artísticas sería un asunto de técnica, propia de la formación profesional. Por eso llegó a la academia con más historia que otros. En su equipaje interior estaba la dimensión de la búsqueda del todo, una cosmogonía en la que el infinito era su gran propósito. En los diferentes niveles de formación hasta la Maestría y la Especialización en Hermenéutica se apropió de lo que le faltaba para hacer del arte su destino, en el que su perspectiva cotidiana fue el ensamble de materiales que jugaron con el tiempo presente en la figura o en el lienzo y la trascendental en la atemporalidad con una imaginación inagotable y deslumbrante.
Infinito
Los que empezaron a apreciar su obra desde Apasionado Sebastián con la que se ganó su primer premio en el MAMM en 1986 hasta la exposición Sortilegio en su memoria en 2011, esculcaron en diversas posturas estético/filosóficas para comprender su relación con el arte y con el universo. De pronto la respuesta no está tan lejos. Allí, en la loma envigadeña, su acercamiento primigenio con la totalidad de la naturaleza, le entregó todo lo necesario para hacer del arte un encuentro universal en el que cada obra es una explosión de amor, de erotismo, de exaltación de las relaciones de género, de gusto por lo bello, de exploración de lo mítico, de lo desconocido.
En la misma publicación Sortilegio se lee: “Logró criarse…… en el escenario natural y cósmico de un Envigado que ya no existe” (pp. 17-18). Frente a esa visión del analista sobre la realidad del municipio, yo preferiría decirlo de otra manera: el hecho de que un personaje como Germán Alonso García Pajón sea nativo de este terruño es por lo que Envigado aún existe. Él hace parte de esa pléyade de artistas que con el pensamiento creativo marca la ruta de una sociedad diferente. Su obra es un verdadero testimonio de vida.
*Envigadeño raizal, nacido en 1958. Autor de los libros: Al final de cuentas, qué hacemos en Gestión Humana (2008); La paz laboral, costo o inversión (2012); Envigadeñas (2021) y 150 años después –Julio Vives Guerra-. Colaborador habitual de la revista La Vitrola y de El Envigadeño Medio de Comunicación, publicaciones de Envigado.
