Por Jaime Alberto Palacio Escobar*
Hace poco vi una fotografía del maestro Fernando González con Alfredo Vanegas y otra persona al frente del bar Georgia en La Magnolia, sitio en el que el filósofo acostumbraba tomar café en medio de sus cotidianos ejercicios. Cada que la observo pienso lo mismo: ¿Qué pensaría en las caminadas, de qué hablaría con sus amigos?
¿Qué pensaría en las caminadas, de qué hablaría con sus amigos?
Caminar, pensar y conversar dicen que lo inspiraba. Seguramente de esas rutinas salieron reflexiones que poco a poco alimentaron las tesis de sus libros. La acabo de ver de nuevo y se me ocurrió una aventura:
Fernando González salió de Otraparte en una mañana con rumbo al parque de Envigado; ideas sobre la moral, la educación y la estética le concitaban su interés, en tanto hacían parte de un entramado sobre la ética social. Al pasar por Casablanca vio a Débora Arango al frente de un lienzo en el que se veía un desnudo y al fondo por la ventana la torre de la iglesia. Él le preguntó por la relación arte-moral-libertad y cómo se plasmaban esos hallazgos en su obra. La invitó a que lo acompañara y se fueron en dirección a la Casa de la Cultura.
Al pasar por el Centro de Historia entraron y en una mesa conversaban José Manuel Restrepo, José Félix de Restrepo y Manuel Uribe Ángel. Los escucharon hablar de la Constitución Política como soporte de la construcción de la república, de la importancia de la historia en el reconocimiento como Nación y en el aporte de las ciencias y la educación en la expansión de la conciencia. Los cinco personajes decidieron seguir a la Casa de la Cultura. Allí desarrollaron conjuntamente un tema trascendental: ¿es verdad que existe un Ethos que le da una identidad especial al envigadeño?
¿Ser envigadeño entraña una condición especial de ser por los principios y valores que mueven su comportamiento individual y social?
Obvio que la conversación no se dio, los tiempos no coincidieron, pero sí existe en la biblioteca pública un infograma que la posibilitó en sentido figurado, por una iniciativa de recuperación de la memoria del historiador Carlos Serna. Aún así, cada uno de ellos dejó un legado útil para la nación y la región en temas de política, leyes, ciencias, arte, educación, ética y filosofía, entre otros, fundamentales en el devenir de la cultura y en la estructuración de las bases de una sociedad colombiana que siempre se ha querido inspirar en la democracia, el respeto por los derechos y las instituciones.
Los ejemplos de estos ilustres se han mantenido como faros orientadores de la vida ciudadana, sobre todo en los momentos más aciagos de la noche oscura que duró dos décadas en Envigado.
Poco a poco la hemos venido superando porque, entre otras, no hemos olvidado la influencia de grandeza e hidalguía de esos predecesores. Al recrear esas conversaciones inmortales podríamos tener la convicción que Envigado como Ciudad Señorial es, de verdad, un sello de identidad indeleble.
*Envigadeño raizal, nacido en 1958. Autor de los libros: Al final de cuentas, qué hacemos en Gestión Humana (2008); La paz laboral, costo o inversión (2012) y Envigadeñas (2021). Colaborador habitual del periódico Órbita y la revista La Vitrola, publicaciones de Envigado.