Por Jaime Alberto Palacio Escobar*
Venezuela fue para él, así como para tantos colombianos, el destino elegido para probar suerte. Marco Fidel Cano llegó a Caracas con el saber heredado de su padre: pintar casas. Con cariño recuerda que la primera la pintó a los 15 años. En medio de sus búsquedas para subsistir, un día cualquiera barría un andén y el azar lo arropó con la suerte, en tanto un empresario que casualmente pasaba por allí, al verle su disposición y actitud, lo invitó a trabajar en oficios varios en un restaurante distinguido. Con el tiempo y dada su inteligencia natural, su astucia, intuición y ganas de aprender, se convirtió en un Maitre reconocido en la capital. Así, con las mejores “pintas caribeñas” y bolsillos llenos, venía con frecuencia a visitar a su familia – en especial a su madre- y a buscar amigos para escuchar las novedades salseras, su género preferido, que les traía de regalo.
Los giros de la vida
En un infortunado accidente de tránsito su mamá falleció. Ese hecho, sin quererlo, cambió radicalmente la vida de Marco Fidel. La soledad, la ausencia y el dolor por no tenerla, lo llevó a ir al cementerio municipal a visitarla entrada la noche de un día muy lluvioso. Allí tuvo un malhadado accidente similar, cuyo resultado fue una parálisis facial en la mitad de su cara y otras secuelas permanentes en ojos y oídos. Hasta ahí llegó su carrera en hotelería, aquello en lo que había encontrado la felicidad.
Esperanza
La desgracia vino acompañada de la esperanza. Sacó del repertorio de las enseñanzas de su padre, “Mi Noble”, como le decían todos en Envigado, su habilidad para pintar, el don de gentes y una tenacidad a toda prueba para encontrar otro camino de bienestar y supervivencia dignos. Se quedó entre nosotros, con muchos amigos, a los que les tolera las más increíbles bromas como aquella en la que le pusieron en la placa de la moto un aviso que decía: cambio esta moto por comedor. En la tarde de ese día le llegaron muchas solicitudes sin él poder entender tal disparate, en su reacción salieron simultáneamente rabia y risas.
Genuino
Ese es él, de sensaciones extremas en cada momento. Por eso y por muchos otros atributos personales positivos, no le falta un contrato, “una maraña” para tener en cada día su respuesta y llenarse de ánimo para esperar el que vendrá. Así es su vida hoy, de instante en instante; ayer ya es recuerdo, mañana es un riesgo. Sus mejores herramientas para afrontar la incertidumbre son la fe y la esperanza de volver a ver a sus hijos Arnold y Emanuel.
Escuchar “ahí va el negro Marco”, es sinónimo de una persona llena de amor, amistad, humor, persistencia y ganas de seguir haciendo de cada momento de vida su motor, para asimilar lo que cada día le traiga, aunque sea una derrota de su amado DIM. Por eso, una melodía salsera como “vive la vida hoy”, que con frecuencia canta, es su más genuina expresión de lo que es.
*Envigadeño raizal, nacido en 1958. Autor de los libros: Al final de cuentas, qué hacemos en Gestión Humana (2008); La paz laboral, costo o inversión (2012) y Envigadeñas (2021). Colaborador habitual del periódico Órbita y la revista La Vitrola, publicaciones de Envigado.