La Calle del Palo

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Dedicado a Jorge Iván Montoya Toro

Por Jaime Alberto Palacio Escobar*

Fotografías suministradas por Gonzalo Santamaría

Foto de portada: Esta foto aparece publicada en 1974. A la derecha estaría el Liceo Francisco Restrepo Molina.


Un gigante y exuberante samán le daba sombra a una parte de la manga de la finca Las Margaritas de doña Margoth Mejía, ubicada en la calle 22 -antigua nomenclatura- en Envigado. Bajo el árbol, en sus grandes ramas, recostados al inmenso tallo y en el prado de la finca que, entre otras, mantenía la puerta abierta para el acceso libre, pasé muchas horas y días en los primeros años de la infancia por allá por la década de los 60. Lo mismo hacían unos malevos de barrio casi todos los domingos en la mañana. Muy temprano se sentaban en la manga a tomar un “pipo” que, un tiempo después, supe que se llamaba “Chamberlain”, en un frasco grande mezclaban alcohol con naranjada y lo ingerían directamente de la botella. Exótico, por decir lo menos, que el pasante eran grillitos, los cogían, les botaban la cabeza con las uñas y se los chupaban. Nosotros los niños veíamos ese ritual recostados en el samán, cuyo tallo estaba al otro lado de la cerca de la finca. No sé ni cómo nos dejaban ver eso.
Al mediodía la borrachera era monumental y, con ella, la violencia. No faltaban las peleas a puños y, algunas veces, con cuchillos y machetes. “La Lila”, “La Chucha”, Alcides, eventualmente “Puntilla” y los mellizos que llegaban del cercano Barrio Obrero eran los protagonistas de los enfrentamientos. El motivo era casi siempre el mismo: la mona Marina, la hija de doña Alicia. Ella los veía liarse a puños desde la ventana, ellos igualmente la miraban para que decidiera cuál era el más fuerte. En esas se mantenían “La Chucha” y Alcides, sin saber que la mona realmente se desvivía por “Fique”, el hijo de Don Raúl, el del cambiadero de aceites en la calle 21.

Pasaba por varios barrios
Esas escenas y otras parecidas con esos personajes en las esquinas y las tiendas eran cotidianas en la calle 22. Un lugareño desconocido la denominó La Calle del Palo para homenajear al emblemático árbol. Su vida terminó por la decisión de un funcionario público para conectar la vía con el naciente barrio Los Naranjos.
La Calle del Palo era un poco indeterminada, de ahí su heterogeneidad seguramente. Atravesaba varios barrios, pero sin identidad propia. Era el lugar de vivienda de empleados, zapateros, carniceros, pequeños comerciantes, obreros, entre estos últimos, un señor muy serio de poco contacto con los vecinos, que se creía era simpatizante de la Anapo (Alianza Nacional Popular) porque repartía volantes, además, porque los días que tomaba aguardiente se paraba en la puerta de la casa y gritaba: “que viva el general Gurropin”.
Muchas familias conocidas por todos hacían parte del sector: Los Moncada, todos deportistas; los Cañas Restrepo, hijos de Jotacé, fabricante de sillas para barbería; los Ángel Tamayo, hermanos de Carlos, empresario del transporte; los Ochoas, carniceros; un poco más al occidente, don Jairito Montoya, muy querido por todos los envigadeños; don Jacob Jaramillo, el zapatero de los ciclistas y don Manuel Quintero el farmaceuta de la clínica Santa Gertrudis. Lugares para el recuerdo: el kínder Carla Cristina para niños de escasos recursos, la tienda de los Saldarriagas, el delicioso olor a bocadillo de la fábrica de los Tobón y la casa quinta de los Ruiz.

Sólo el recuerdo
De esta historia solo queda el recuerdo del nombre por una panadería que lo lleva. Su numeración se fue con la nueva nomenclatura. Quienes nacimos allí y aún la recorremos sólo vemos industria y comercio, con muy pocas residencias. La nueva generación de malevos se “parchan” en otras esquinas. En la célebre finca de doña Margoth hay un hogar geriátrico. No sé si el destino me llevará allá en algún momento al reencuentro con el origen, ya no a la sombra del samán, tal vez de una carpa plástica de una marca de gaseosas.

*El autor es Envigadeño raizal, nacido en 1958. Autor de los libros: Al final de cuentas, qué hacemos en Gestión Humana (2008); La paz laboral, costo o inversión (2012) y Envigadeñas (2021). Colaborador habitual de la revista La Vitrola y de El Envigadeño Medio de Comunicación, publicaciones de Envigado.

4 comentarios en «La Calle del Palo»

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