El guardián de la obra pública

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Por Jaime Alberto Palacio Escobar*
Foto de portada Casa Ángel, barrio San Marcos

No creo que haya muchos antecedentes en el país con evidencias en las que, en un período de gobierno, un alcalde desarrolle más de cien obras públicas durante su administración. Al terminar el cuatrienio del hoy ex alcalde de Envigado, Braulio Espinosa Márquez, quedaron para el servicio de la comunidad instituciones educativas remodeladas y modernizadas, parques urbanos y rurales, ampliación de vías, sedes nuevas y otras reformadas para las Juntas de Acción Comunal, instalaciones deportivas, nuevo pabellón del Hospital Manuel Uribe Ángel, entre otras. Por ello, seguramente el alcalde saliente recibió aplausos y congratulaciones de muchas audiencias interesadas en el municipio. Es innegable ese avance y desarrollo en Envigado.
La pregunta que reiteradamente me hago al ver esa explosión de obras es: para qué y para quién es al final la obra pública; hasta dónde llega la visión y la prospectiva de un administrador público cuando decide pasar a la historia como el gobernante que más obras hizo en el cuatrienio.

Institución Educativa John F. Kennedy, barrio El Dorado.

Apropiación
Por lo pronto tengo una primera aproximación: Bienvenidas las obras públicas, si de verdad contribuyen al mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos y a la proyección del municipio como ciudad moderna, hasta ahí muy bien, pero no es suficiente. El ciudadano y la comunidad no entienden que las obras, al final de cuentas, son para ellos y son, justamente ellos, los que deben apropiárselas e incorporarlas a la vida cotidiana como medios para alcanzar niveles altos de calidad y servicio en educación, salud, recreación, movilidad, seguridad, entre otras determinantes en los indicadores de crecimiento y mejoramiento. La institución educativa, el parque recreativo, la instalación dejaron de ser del administrador púbico al momento del corte de la cinta para la inauguración y entrega.

Bloque 14 de la Institución Universitaria de Envigado.

Uso ciudadano
Ahí la convicción debería ser meridiana: la obra pública puede ser un fin para el gobernante que la promete, la financia, la construye y la entrega, sí, pero el uso es de los ciudadanos. El destino es mejorar las condiciones de vida y esos propósitos hacen parte de las decisiones de vida del habitante en su hogar, cuadra o barrio. Esos proyectos de desarrollo, si son participativos y conscientes, harán parte de una cultura ciudadana que articula sus necesidades con el plan de desarrollo que ofrece el administrador y el Concejo de la ciudad, evalúa sus ejecuciones y las incorpora al ritmo de transformación de su comunidad circundante. De no hacerse así, habrá obras, seguramente, no bien recibidas, despreciadas y por fuera de las expectativas de la población.
En la ejecución del plan de desarrollo, también entregar las obras debidamente terminadas puede ser una de las mejores valoraciones de desempeño. El ciudadano lo tendrá en la memoria y todos los habitantes en la historia si al recibirlas, empezaron a hacer parte de la comunidad como bienes a su servicio. Los ciudadanos debemos ser guardianes de la obra pública, no solo espectadores ni agentes pasivos. Al final ellos somos corresponsables de su propio destino. El administrador público no es más que un medio, si entiende su real vocación de servicio y contribución. De lo contrario seguiremos viendo pasar por las urnas electorales prospectos de salvadores, de mesías, o lo que es peor, determinadores de la vida y la historia de la comunidad

Parquecito Infantil. Foto Cortesía Inder Envigado.

*Envigadeño raizal, nacido en 1958. Autor de los libros: Al final de cuentas, qué hacemos en Gestión Humana (2008); La paz laboral, costo o inversión (2012); Envigadeñas (2021) y 150 años después –Julio Vives Guerra-. Colaborador habitual de la revista La Vitrola y de El Envigadeño Medio de Comunicación, publicaciones de Envigado.

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