Ojalá no olvidemos la Escuela

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Por Jaime Alberto Palacio Escobar*
Fotos tomadas de Internet.

Hace pocos días pasé por la construcción de la nueva José Miguel de la Calle, ubicada en el tradicional barrio José Félix de Restrepo, en Envigado. Mayúscula sorpresa se lleva uno al ver el tamaño del edificio, si se evoca la original fundada a finales de los cincuenta y en la que hice mis primeros años de primaria en los años sesenta. Sí, aquella era la escuela José Miguel de la Calle, la nueva será la Institución Educativa con el mismo nombre.
Es de celebrar que, por decisión del gobernante local, la infraestructura educativa del Municipio se esté modernizando. Algunas de las entidades tradicionales van a pasar a convertirse en funcionales instalaciones dotadas con la mejor tecnología, aulas incluyentes y adecuados servicios para los estudiantes. Eso es indiscutible y, obvio, es una gran apuesta en pro de la calidad y de la ampliación de la cobertura educativa.

Ayer
En lo que me quisiera detener es que los nuevos tiempos, procesos y conceptos, no deberían eliminar valores de una tradición llena de sentido y de significados para los padres y para los niños, allí donde se tenía acceso en los primeros años de vida al aprendizaje y el conocimiento, eso era lo que ofrecía la escuela.
Aclaro, no es una postura romántica y anclada en el pasado, es más bien el deseo de que lo nuevo revitalice lo tradicional, es decir, reconozca lo vigente y válido y construya desde allí.
En la memoria de cualquier envigadeño, la escuela Fernando González es sinónimo de una identidad propia y de una cultura centrada en los valores propios del ethos que ha caracterizado al Municipio, lo mismo la escuela Marceliano Vélez. Sus “hijas”, la José Miguel de la Calle y la Pío XII, nacieron y se desarrollaron con lo mejor de esos principios: educación pública de alta calidad en medio de una heterogeneidad social tan marcada por la procedencia y estratos de sus estudiantes.

Maestros
En la identidad de la escuela era notoria la influencia del Maestro. Cómo no recordar en este momento esos preclaros e insignes maestros de la José Miguel como doña Consuelo Ramírez, don Gustavo Castaño, don Oscar Ruiz y don Tiberio Alzate, por mencionar algunos. Sus primeras enseñanzas se quedaron tatuadas en el desarrollo de muchos e, hicieron parte del equipaje con el que llegamos a la edad adulta. En mi caso fueron definitivos.
De eso se trata, de avanzar y adoptar lo nuevo revitalizando lo esencial que, por serlo, es permanente y transforma. Bienvenidas las nuevas instalaciones con todas sus novedades, eso sí, levantadas sobre las bases sólidas de una educación reconocida y valorada como vital en el desarrollo de niños y adolescentes envigadeños. En eso se distinguieron las tradicionales y, ojalá, eso no se pierda con las nuevas.
Deseable que lo único que se haya derruido sean los muros de las antiguas construcciones. Mientras tanto, no deja de llamar la atención que las pioneras y emblemáticas Fernando González y Marceliano Vélez hoy sean sedes alternas de la institución educativa José Manuel Restrepo, la primera y de la Institución Educativa Manuel Uribe Ángel, la segunda.

*Envigadeño raizal, nacido en 1958. Autor de los libros: Al final de cuentas, qué hacemos en Gestión Humana (2008); La paz laboral, costo o inversión (2012) y Envigadeñas (2021). Colaborador habitual de la revista La Vitrola y de El Envigadeño Medio de Comunicación, publicaciones de Envigado.

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